lunes, 25 de abril de 2016

Boca, jugando 80 minutos con un hombre menos, igualó 0-0 con River

Igualaron 0-0. A los diez minutos del partido, Pablo Pérez le pegó una patada a Éder Álvarez Balanta y se fue expulsado. Gago salió lesionado: se lastimó el tobillo. El Millonario no tuvo recursos para ganarlo. 


Boca empató 0-0 con River. Boca hizo un partido perfecto. Así, sin exageración: perfecto. Un equipo que a los diez minutos tiene un jugador menos y no sufre ninguna situación clara de gol es, precisamente, eso: un equipo que hace un partido perfecto. No se puede analizar el planteo de un conjunto que se dedicó a dos cosas, que sostuvo dos ideas con la tenacidad de un religioso: aguantar y contraatacar. Aguantó. Y en algún contraataque furioso estuvo cerca de ganar el Superclásico. 

River estuvo apático. No reaccionó, no tuvo signos de rebeldía: se portó bien en La Bombonera. La lógica, aquella que en la previa decía que los de Guillermo Barros Schelotto llegaban mejor al clásico, cambió a las 16:30, a los quince minutos del partido. A esa hora, Pablo Pérez ya había sido reconocido como "futbolista no grato" en la popular Xeneize: con una patada a Éder Álvarez Balanta, dejó a su equipo diez jugadores. River, en el cambio de mapa, nunca asumió la responsabilidad. No mostró capacidad para improvisar, para salir del plan inicial: que el partido sea calmo, sin sobresaltos, pensando en la Copa Libertadores. 

Boca, para cruzar el Rubicón —porque, otra vez: un empate en el Superclásico con un jugador menos durante 80 minutos es cruzar el Rubicón—, sacrificó a Carlos Tevez. Armó una barricada cerca del área, desató a Cristian Pavón y se movió suelto como un ciervo por todo el frente de ataque, y dejó libre al Apache para que, con su categoría, aprovechara alguna pelota que —milagrosamente— llegara a sus pies. Una vez sucedió: encaró por el sector izquierdo, se metió al área, pateó y ganó un corner. La Bombonera, ahí, se vino abajo. Si Tevez fue el sacrificado, Nicolás Lodeiro, el del sacrificio. Se abocó a ayudar a Jonathan Silva en la banda izquierda. Intentó que Gabriel Mercado no tuviera injerencia en ataque. Lo consiguió. El uruguayo, otra vez, se destacó en un Superclásico. 


A Marcelo Gallardo le faltó audacia para ganar el encuentro. Con la necesidad de, según explicó, "tener más presencia en el área", cambió a Lucas Alario y Rodrigo Mora por Iván Alonso y Sebastián Driussi, un chico que, desde que debutó en primera, no mostró ninguna característica que justifique su lugar en el plantel profesional de River. No desarmó la línea de cuatro defensores, no llevó al banco de suplentes a ningún jugador capaz de abrir la cancha: todos los cambios fueron puesto por puesto. 

Mañana, todo será igual: a los hinchas de River les quedará la bronca de no haber sido torazo en rodeo ajeno; a los hinchas de Boca les correrá un frío, la sensación de superar una situación con soltura que pudo haber sido trágica. El martes, todo volverá a la normalidad: la Copa Libertadores, lo único que realmente importa en este semestre, estará nuevamente en el centro del escenario.

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