jueves, 23 de noviembre de 2000

Manu Chao en La Boca

La casa de los mendocinos Karamelo Santo es grande y está a tres cuadras de La Bombonera. Hay bastante humo en el ambiente, varios músicos conocidos y un grupo grande de los desconocidos de siempre que se han enterado de la posible presencia de Manu.


También están los músicos de Las manos de Filipi y media docena de integrantes de La 12. Es sábado bien tarde y el show de Manu en Obras acaba de terminar, pero ya se corrió la voz de su próxima estación: ya había estado ahí, en el verano de 1998. Las paredes están gastadas y tienen ambientes amplios llenos de carteles sucios, con nombres de bandas latinas. Manu llega tarde y cuando todos esperan que comience la fiesta, él elige las escaleras que conducen al último piso. Ahí no hay nadie. Los músicos de Radio Bemba tocan hasta cansarse en el living de la casa, pero el tipo sigue en el techo sin querer bajar, mirando el barrio de La Boca desde arriba y disfrutando del fresco. Se queda mirando el cielo, junto a un grupo de amigos íntimos que lo acompañan en una especie de ritual. Pero sucede lo inevitable. Todos los que estaban abajo, van subiendo. Pero no se acercan, simplemente se acomodan ahí cerca. Entonces Goy, el cantante de Karamelo Santo y dueño de casa, comienza a presentarle algunos personajes del mundo azul y oro. Los Karamelo cambiaron La Boca, dice prepotente el pibe de La 12. Y Manu sonríe. 


De ahí en más, todo continuó en el techo de la casa y los músicos siguieron tocando. A eso de las 6 de la mañana, Goy propuso ir a ver el amanecer al Riachuelo. Vamos a ver el Río más podrido del mundo, dijo. Y unas 20 personas encararon por Martín Rodríguez. A las 7, pintó de la nada una pelota de fútbol y el partido se armó en un playón, a metros de Caminito. Chao la ve pasar. Casi no toca el balón, pero corre en la cancha con entusiasmo. Con un entusiasmo de las 7 de la mañana, claro.

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